Luisangel: Vocación de Servicio y Compromiso Huellista

Paz y bien. Mi nombre es Luisangel Cordero y actualmente tengo el privilegio de coordinar la Pastoral en un colegio de Fe y Alegría en Caracas. Con profunda alegría y cercanía, quiero compartir la experiencia transformadora que he vivido durante estos tres años junto a la familia del Movimiento Juvenil Cristiano Huellas.

Desde el primer momento, acompañar este proceso fue un reto. Pero paso a paso, me fui enamorando de su propuesta y comprometiendo con su misión: formar nuevos líderes con sentido humano y espiritual. Y es que, para poder mirar y acompañar a otros en su liderazgo, primero hay que mirarse a uno mismo. Aunque no provengo del carisma ignaciano, me he sentido profundamente identificado con muchos de los elementos que Huellas propone en su dinámica juvenil.

Durante mis inicios, recibí herramientas pedagógicas y formativas que marcaron un antes y un después en mi manera de acompañar. Participé en encuentros virtuales y presenciales, campamentos, ejercicios espirituales… todos guiados con un lenguaje joven, cercano y profundamente significativo. Cada experiencia fue alimentando mi pasión por el trabajo con jóvenes y mi deseo de servir desde el corazón.

Hay una frase de la oración de Huellas que llevo tatuada en el alma: “Aprovechar al máximo mi juventud.” Y lo hago desde el servicio, el compromiso con nuestra casa común, el discernimiento constante y la oración. Pero, sobre todo, desde el deseo profundo de construir un mundo más justo y humano.

Hoy me llena de esperanza escuchar a los jóvenes huellistas de mi colegio cuando comparten su paz interior, cuando reconocen cuánto han crecido en este camino. En nuestra institución, es la primera vez que Huellas tiene presencia activa, lo que ha representado un desafío para todos: desde el equipo directivo ampliado hasta las familias. Pero si alguien me preguntara si vale la pena tener Huellas en una escuela, mi respuesta sería un rotundo . Porque no solo forma líderes, sino que despierta el deseo de hacer cosas nuevas y buenas, de soñar en grande y actuar con sentido.

Recuerdo una frase de San Juan Bosco que siempre asocio con Huellas: “Todos los jóvenes son buenos, pero alguien tiene que decírselo.” Y no basta con decirlo. Hay que hacérselo sentir. Hay que hacerlos parte de una historia que sigue escribiéndose con cada paso, con cada gesto, con cada servicio.

Ánimo. Huellas no es solo un itinerario ni un campamento. Es una experiencia viva de Dios. Una forma concreta de seguir los pasos de Jesús, el primer caminante, y de amar sirviendo a quienes más lo necesitan.