Mi nombre es Roxana Alvarado, tengo 31 años y actualmente acompaño a la comunidad de Doradas II en la parroquia Jesús de Nazaret, La Carucieña. Mi historia con Huellas comenzó mucho antes de formar parte oficialmente. A los 15 años, mientras me preparaba para recibir el sacramento de la confirmación, conocí a varios huellistas que me invitaron a sumarme al movimiento. Aunque en ese momento no me sentía llamada a participar, siempre estuve cerca, apoyando actividades como el Talento Juvenil y siguiendo de cerca sus procesos formativos.
Después de años de servicio y apostolado en mi parroquia, en 2020 recibí una nueva invitación: ser parte del equipo asesor como acompañante de una comunidad de Doradas I. Tenía 27 años y una formación más sólida, así que decidí aceptar. Hoy puedo decir con certeza que fue una de las decisiones más significativas de mi vida.
Mi camino como acompañante ha sido profundamente enriquecedor. Las formaciones con los jóvenes no solo han sido espacios de aprendizaje para ellos, sino también para mí. Cada Magis me ha permitido mirar la vida desde otra perspectiva, sentir y ver como Jesús, y descubrir que el servicio es una forma de amar. Acompañar a los jóvenes en temas actuales, que reflejan sus realidades, me ha enseñado a creer en ellos, en sus sueños, en sus metas, y a motivarlos a ser protagonistas de un país nuevo.
Huellas me ha ayudado a seguir creciendo, a descubrir talentos que Dios me ha confiado y que hoy pongo al servicio de los demás con alegría y creatividad. Después de cinco años de acompañamiento, me considero huellista de corazón. Este movimiento se ha convertido en una familia, un espacio seguro donde puedo ser yo misma y seguir apostando por la juventud.
Gracias, Huellas, por llegar a mi vida y enseñarme que acompañar también transforma.
Por Roxana Alvarado
Acompañante de Doradas II, Parroquia Jesús de Nazaret, La Carucieña