Huellas no solo acompaña mi proyecto de vida

Huellas ha estado presente en mi vida como un faro que fortalece mis esperanzas, mis oraciones y, sobre todo, mi confianza: en Jesús, nuestro Primer Caminante, y en mí misma como joven que busca crecer y servir. Gracias al Movimiento, he aprendido a reconocer quién soy sin dudarlo, a mantener mi fe intacta en todo momento, y a prepararme para guiar a otros por caminos llenos de luz, sueños y metas por alcanzar.

Cada formación, cada actividad, cada encuentro me impulsa a ser mejor líder, a descubrir mi vocación y a vivir emociones tan profundas que, aunque difíciles de explicar, se sienten con el alma. Huellas me enseña que la vida es como un lápiz: se escribe con experiencias, se corrige con amor, y se sigue adelante con fe. En ese proceso, Dios tiene el control, y si le confiamos nuestros proyectos, Él sabrá regalarnos los mejores momentos.

Este Movimiento me ha ayudado a crecer en la espiritualidad ignaciana, a conocer mis dones y a compartirlos con los demás. Me ha enseñado a tratar con respeto y cariño tanto a otros como a mí misma, a construir vínculos sanos y a sembrar valores que vienen del hogar: responsabilidad, respeto, amor y paz.

Estar en Huellas es estar comprometida, presente, entusiasta. Aunque a veces el miedo aparece, también lo hace el coraje para seguir arriesgándome. Es un espacio donde puedo fortalecer mi oración, compartir mensajes positivos, y abrir el corazón para que otros conozcan lo que significa caminar juntos. Porque Huellas no solo acompaña mi proyecto de vida: lo transforma, lo ilumina y lo hace posible.

Por Lizany Inés Valero Suescún
22 años, Comunidad Huellas Doradas