Oriana: «Huellas ha sido el impulso que me transformó, reveló mi vocación de servicio y fortaleció mis dones»

Mi nombre es Oriana Jiménez y pertenezco a la comunidad IGNIS de la Parroquia Jesús de Nazaret. Mi recorrido en el Movimiento Juvenil Cristiano Huellas comenzó en 2021, justo cuando el mundo intentaba recomponerse tras la pandemia. Yo buscaba algo que me apasionara, y aunque ya sentía interés por el movimiento, fue necesario convencer a mis padres para ingresar a Azules II. Al principio era tímida, pero la acogida, el acompañamiento y las experiencias vividas me ayudaron a confiar. Cada acción social —repartir arepas, galletas, trabajar con niños— despertó en mí una vocación de servicio que no conocía.

En Doradas I, nació nuestra comunidad IGNIS, inspirada en la frase: “Sean siempre un fuego que enciende otros fuegos.” Este nombre marcó nuestra identidad. A través del servicio, comprendí que seguir a Jesús implica encender esperanza en otros. Durante nuestra Misión Trabajo en Cecosesola, compartir labores con trabajadores reales me enseñó que, incluso en el cansancio, se puede servir con alegría.

Ya en Doradas II, inicié mi carrera en medicina veterinaria y desarrollamos un apostolado en el área de salud. Aprendimos a tomar tensión, realizar anamnesis y organizar jornadas con apoyo profesional. Más adelante, viví la experiencia significativa de etapa “Socio-Político”  en La Vega, Caracas, donde trabajé con niños y jóvenes, y entendí que Huellas puede ser un puente hacia la transformación personal y comunitaria. Gracias al movimiento, colaboré con el Hogar Virgen de los Dolores, donde puse al servicio mis dones, talentos y amor por los más vulnerables.

Al llegar a Doradas III, asumí el reto de ser asesora de Huellas Blancas. Desde reclutar a los chicos hasta planificar cada encuentro, me encomendé a Dios para ser instrumento de su amor. Participé en un retiro de agentes pastorales junto a asesores y docentes de Fe y Alegría, lo que enriqueció mi visión pedagógica. En diciembre, viví mi promesada, reafirmando que Huellas transforma vidas.

En 2024, nuestra comunidad se redujo a cuatro integrantes, pero recibimos la propuesta de reactivar el movimiento en Barquisimeto. Con apoyo zonal y nuestros testimonios, logramos encender la chispa vocacional en nuevos jóvenes. Mientras tanto, en Huellas Blancas enfrenté desafíos: baja asistencia, desánimo, y dudas. En medio de esa incertidumbre, fui invitada a la Misión Semana Santa en Caracas. Allí, Jesús me tomó de la mano y me mostró la respuesta que tanto pedía. Acompañé a chicos nuevos, compartí la Palabra, y reencontré mi propósito como asesora.

A pesar de una difícil situación familiar y de salud, logré culminar mi último Talento Juvenil como huellista en formación. Las lágrimas, los abrazos y los recuerdos confirmaron que habíamos recorrido un camino en familia. Fui nombrada asesora de Huellas Verdes, con chicos comprometidos y entusiastas. Participé en el Campamento Misión Semana Santa en Barinas, y luego en los Ejercicios Espirituales de Doradas III y el Campamento Nacional de Huellas Verdes. En ambas experiencias, viví cierres, sanaciones y nuevas respuestas de Dios.

Hoy, sigo acompañando a los chicos de Huellas Verdes, viendo cómo florecen sus talentos y su fe. Huellas ha sido el impulso que me transformó, reveló mi vocación de servicio, y fortaleció mis dones. Aunque ya no esté en formación, mi espíritu huellista permanece firme. Porque servir a Dios, a las personas y a los animales, es el camino que elegí para transformar el mundo.

Por Oriana Jiménez
Comunidad IGNIS, Parroquia Jesús de Nazaret