Después de un largo tiempo de estar inactivo en el Movimiento Juvenil Huellas, pero no ausente, puedo ver con agradecimiento tantos procesos y experiencias, en lugares y con personas, que viví como joven huellista, ese ha sido el ancla hoy por hoy que me impulsa a seguir apostando por lo que fue el Movimiento que me formó, y sobre todo que me permitió conocer al Jesús amigo, al Jesús hermano, al Jesús cercano, que me invitó y me sigue invitando a seguir sus huellas con mayor compromiso.
Ese mayor compromiso, se traduce en un sí a la vida religiosa, como Jesuita, desde esa invitación que se fue gestando en mi etapa juvenil, acompañado por otros y acompañando a otros, en encuentros semanales, campamentos, actividades especiales, dentro de mi lugar huellas, Colegio Fe y Alegría Hna. Felisa Elustondo en Tovar estado Mérida; y luego, en diversas regiones del país.
Es indudable no admitir que como huellista viví y gocé mi juventud de verdad, como nos señala el primer principio huellista, recuerdo que disfrutaba visitar los abuelos del ancianato de mi pueblo, allí jugábamos dómino, compartíamos el pan. En definitiva, compartíamos la vida, echábamos cuentos con los abuelos, y hasta éramos concejeros de sus desolaciones; en esa y otras tantas experiencias, visitando comunidades alejadas, familias, entres otros, comprendí que vivir y gozar la juventud se puede experimentar sirviendo a los demás, entendiendo que no necesitas dar, más que tu disposición, sonrisa y estar con la gente, acompañar con lo que eres y tienes.
Esa experiencia de servicio, que siento es mi primera vocación y llamado, se fue forjando desde la experiencia espiritual que me fue brindando el Movimiento, recuerdo mi primer retiro espiritual en San Javier del Valle, gozamos toda la travesía que hicimos para llegar, pero mucho más, esa experiencia en sí, única y novedosa, que me hizo caer en cuenta que podía hablar con Jesús, que podía verlo como un amigo que habla con otro amigo, y que junto a él podía responder a un sinfín de pregunta propias que iban surgiendo en la experiencia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Un aspecto maravilloso, fue saberme acompañado por Jesús, pero también, por mis compañeros, profesores y el padre Paco, quien dirigía el encuentro, las canciones que nos presentaba era un medio asertivo para luego tener el espacio personal de oración.
Hoy, ese modo se sigue haciendo en mí, ser y estar con los demás es lo que me mueve, quizá no de la misma manera, porque la sensación que viví de chamo en las diversas experiencias, siento, van tomando un mayor sentido, hoy me siento retado a dar más, es decir, a invertir más mi tiempo en y con los jóvenes, así como muchos profesores, asesores y voluntarios lo hicieron conmigo, por eso es que a donde voy como Jesuita busco vincularme con la juventud, con los chamos; junto a otros, acompañar, orientar o simplemente estar.
Oscar Parra, S.j
Jesuita en formación




