Hace nueve años, inicié un camino sin muchas expectativas, buscando solo un lugar donde pasar el tiempo. Pero lo que encontré fue mucho más que eso: encontré una familia y un propósito para amar y servir a los demás, lo que le da un sentido profundo a mi vida. Este tiempo ha sido un viaje de descubrimiento, lleno de desafíos y aprendizajes, momentos que han ido guiando mi historia. A través del servicio, la formación y la comunidad, he aprendido que el verdadero liderazgo nace del amor y se vive en el servicio a los demás.
Al principio, el movimiento me parecía un espacio donde los jóvenes se encontraban y simplemente jugaban, pero, al permitirme vivir el primer encuentro, me di cuenta de que era diferente. No se trataba solo de juegos o charlas, sino de algo más profundo, donde en cada momento me invitaba a crecer en la fe y en el liderazgo cristiano, social y ciudadano.
Recuerdo con profunda alegría cada encuentro, convivencia o campamento que he vivido; cada uno de ellos ha marcado en mí una huella que me impulsa cada día a ser mejor ciudadano y cristiano. Estas experiencias me han regalado conocimientos y estrategias para mi liderazgo social-cristiano, el fortalecimiento de mi fe y la compañía de personas maravillosas a lo largo y ancho del país, a quienes recuerdo siempre fortaleciendo la amistad social.
Al vivir el Campamento Nacional Huellas Verdes, sentí el llamado de Dios al servicio; fue esa experiencia la que me enganchó al movimiento, y desde entonces no he dejado de ofrecer mis dones para trabajar por quien lo necesite, llevando a cabo diversos apostolados desde mi formación y voluntariado, no solo en Huellas, sino también desde la vida parroquial y comunitaria: apostolados que van surgiendo a partir de las necesidades que se observan en los sectores y contextos en los que me desenvuelvo.
El mayor fruto de todos estos años como voluntario es idear actividades y proyectos que al principio parecen imposibles o poco factibles de realizar, pero que, gracias a la generosidad de las personas, se concretan y se logra beneficiar a un gran número de personas.
El deseo de “aprovechar mi juventud” y “formarme para ser más útil”, fue mi impulso para estudiar medicina, una carrera donde el amor, la entrega y el servicio prevalecen sobre los conocimientos y las palabras. Y más allá de querer ser un profesional exitoso, deseo ser un hombre íntegro, entregado al servicio de los más vulnerables por amor y no por compromiso; que cada acción que realice contribuya a la construcción de una sociedad más justa, desde el trabajo colaborativo y la paz.
Mirando atrás, Huellas no fue solo un capítulo de mi juventud, sino la escuela donde se forjaron las herramientas esenciales para construir mi proyecto de vida. Aprendí que el discernimiento es la brújula para tomar decisiones alineadas con mis valores más profundos, la práctica de la reflexión para aprender de cada experiencia y la conciencia de buscar siempre el Magis. Descubrí que servir no es una carga, sino la expresión más auténtica de la fe y la humanidad. Hoy, al trazar mi camino, llevo conmigo esa mirada contemplativa que encuentra sentido en la acción, esa inquietud que busca lo esencial, y esa certeza de que mi vida, como la de todos, está llamada a ser; contigo, Señor, para los demás.
José Ricardo Guerra
Huellista Formado
Zona Oriente